El drama socialista son sus golpistas, esos que les mantienen artificiosamente en el poder.
Nuestra Constitución, como todas las constituciones democráticas, reconocen al Gobierno «la potestad de dictar unas disposiciones legislativas provisionales que tomarán la forma de Decretos-leyes», ateniéndose a ciertas limitaciones.
La primera limitación es que dicha potestad solo puede ejercerse «en caso de extraordinaria y urgente necesidad». La segunda, que «los Decretos-leyes no pueden afectar a las instituciones básicas del Estado, a los derechos y libertades de los ciudadanos, al régimen de las comunidades autónomas ni al derecho electoral general».
Como buen autócrata, Sánchez ha convertido la excepcionalidad del Decreto-ley en norma, tanto por el excesivo número de decretos urgentes aprobados sin el aval y discusión previa del Parlamento como por haber generalizado los llamados Decretos-leyes "ómnibus" (megadecretos que afectan a muy diversas normas y que deben ser ratificados en bloque). Solo en 2020 aprobó 39 decretos ley, por los 15 de José María Aznar, los 14 de José Luís Rodríguez Zapatero y los 17 de Mariano Rajoy Brey.
Pedro Sánchez ha firmado un contrato indefinido a tiempo parcial con la democracia.
Se equivocará quien piense que la pandemia y la crisis de Ucrania justifican este abuso pues Sánchez, nada más llegar a Moncloa -en los seis últimos meses de 2018-, sin crisis económica, sin guerra en Europa y sin virus, aprobó 24 decretos.
Respecto a los decretos “ómnibus”, el pasado marzo y a cuenta de la guerra de Ucrania y sus repercusiones económicas el Gobierno aprobó un texto de 160 páginas que modificó 39 normas de una tacada.
A lo largo de esta legislatura, Sánchez ha bailado con el autoritarismo, coqueteado con la autocracia y jugado con el populismo.
Súmese a tal abuso, el hecho de que el Tribunal Constitucional haya dictaminado en tres ocasiones en contra de su deriva autoritaria. La primera, cuando invalidó el decreto del estado de alarma para combatir la pandemia en marzo de 2020. La segunda, cuando acordó la inconstitucionalidad del decreto ley por el que se nombró al Consejo de Administración de RTVE. La tercera, cuando tumbó la entrada de Iván Redondo y Pablo Iglesias en el órgano rector del CNI.
Pedro Sánchez ha firmado un contrato indefinido a tiempo parcial con la democracia. A veces, las menos, se comporta como demócrata; otras, las más, no. Da el pego ante las autoridades e instituciones comunitarias y consigue embaucar con relativa facilidad a la gente de buena fe e incluso a muchos que se consideran a sí mismos inteligentes y racionales. Sin embargo, la realidad es que, a lo largo de esta legislatura, Sánchez ha bailado con el autoritarismo, coqueteado con la autocracia y jugado con el populismo.
El drama socialista son sus golpistas, esos que les mantienen artificiosamente en el poder. El drama socialista es que todos sabemos que Sánchez es demócrata a tiempo parcial. Por eso indulta con nocturnidad a los golpistas independentistas mientras condena en público a los bolsonaristas.
José Simón Gracia
Le sobran todas las leyes porque no está dispuesto a cumplir ninguna.
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