Los graves problemas que tenemos hoy en España no son consecuencia exclusiva de las políticas y mentiras de Pedro Sánchez, sino también de los millones de personas que se las creen.
Lo consiguió. Pese a perder las elecciones generales, Pedro Sánchez Castejón, el primer antiespañol que preside el Gobierno de España, ha logrado su reelección como Presidente del Gobierno. Reelección que le permitirá ejecutar una nueva fase de su proyecto de deriva autocrática. Unos pocos ejemplos obtenidos de la sesión de investidura servirán de ejemplo.
De los mas de 101 minutos y 14.000 palabras que Pedro Sánchez utilizó en su discurso de investidura, buena parte los empleó para vendernos su singular manera de tender puentes para la convivencia: construir un muro que proteja a los buenos españoles, los progresistas, de los malos, los reaccionarios. Evidentemente, formar parte de uno u otro grupo depende de su personal y sectario designio. Y, cómo no, también lo hubo para insultar a la Presidenta de la CAM, Isabel Díaz Ayuso, y a su familia. Todo ello, como es fácil de apreciar, muy progresista y democrático.
Dedicó mucho tiempo para presumir de esas políticas tan progresistas que solo sirven para expulsar a grandes empresarios, arruinar a muchos pequeños, multiplicar la miseria, premiar la malversación, castigar a los pobres, perdonar a los violentos, perseguir a los pacíficos, recompensar a los traidores, despreciar a los leales, resucitar a Franco y enterrar a Montesquieu.
Y también, para apropiarse indebidamente de la palabra de todos y cada uno de los españoles, para justificar la ley de amnistía que piensa aprobar en beneficio de los golpistas, malversadores y demás delincuentes independentistas. Y para soltar sandeces como que "trabaja para el reencuentro entre catalanes y entre catalanes y españoles", como si los catalanes no fuésemos españoles. Y para decirnos que su principal preocupación es detener las embestidas de "la España negra y opresora que sigue enraizada en cientos de instancias del aparato del Estado".
Sin embargo, el autócrata Pedro Sánchez no usó ni una de esas 14.000 palabras para dirigirse a los 3,4 millones de personas que demandan empleo (un 22% por encima de los registros gubernamentales), entre ellas 472.000 jóvenes, y explicar qué medidas piensa tomar para solucionar esa terrible lacra que azota a buena parte de nuestra sociedad. Ni un sólo minuto para explicar cómo piensa atacar la tragedia que supone tener 12,3 millones de personas en riesgo de pobreza y de exclusión social. Miserable.
A lo largo de la nueva legislatura, Sánchez irá pagando -a costa de todos- las deudas contraídas con las formaciones que le han vendido su voto - independentistas, bilduetarras, nacionalistas vascos, comunistas, ...- y continuará pactando -y negando que lo ha hecho- nuevas concesiones que le garanticen una nueva reelección: referéndum de autodeterminación, derogación de la Monarquía, incluso puede que se atreva con una ley habilitante que le perpetúe en el poder.
Sin embargo, los graves problemas que tenemos hoy en España no son consecuencia exclusiva de las políticas y mentiras de Pedro Sánchez, sino también de los millones de personas que se las creen. Porque solo los cínicos, los sectarios y los estúpidos pueden pueden negar la deriva autoritaria, la involución democrática que sufrimos en España desde que Pedro Sánchez está al frente del PSOE y del gobierno de España. Solo ellos pueden seguir defendiendo que el PSOE todavía es una organización plenamente democrática, porque la realidad demuestra que su comportamiento encaja más como secta y oficina de colocación que como un partido político democrático.
Aunque no tengamos dudas de que Pedro Sánchez y el sanchismo acabarán ocupando el sitio que les corresponde en el basurero de la historia, nuestro deber es intentar que ocurra cuanto antes, activando respuestas decididas y democráticas que permitan desenmascararles y derrotarles. Cada cual según sus posibilidades y recursos, en todo tiempo y lugar: instituciones, entidades de todo tipo, en el trabajo, en el bar, en casa, en la calle, en los medios de comunicación, en las redes sociales.
Contra el sanchismo, activismo democrático.
Jose Simon Gracia
mehuelea