El independentismo catalán quiere homogeneizar el poble català transformando a los niños desde la infancia en futuros supremacistas
En una ocasión, tomando café, un colega me dijo que él no se sentía español, que solo se sentía catalán y que se tenía que respetar ese sentimiento. Lo respeto, le dije; "per mi, com si et sents una sargantana" (por mi, como si te sientes una lagartija); "però tindrem un problema si vols que jo pensi que ets una sargantana o bé que et tracti com si ho fores" (pero tendremos un problema si pretendes que yo crea que eres una lagartija o bien que te trate como si lo fueses). A lo que él respondió: "però... és que som diferents..." (pero... es que somos diferentes...).
Los nacionalistas, como mi colega, se distinguen con facilidad: se sienten distintos, y, aunque no lo manifiestan abiertamente, superiores. Unos sentimientos que pretenden homogéneos y mayoritarios en esa ficción llamada "el poble català" en torno a la cual los supremacistas catalanes construyen la única identidad nacional que reconocen como legítima y que aspiran sea reconocida internacionalmente. De ahí, las ingentes millonadas de recursos públicos que destinan a "l'acció exterior", sus embajadas´.
En Cataluña, el gobierno autónomo, ha decidido burlarse de la UNICEF y de todos sus esfuerzos para la defensa de los Derechos de la InfanciaLos líderes supremacistas no ignoran que la sociedad catalana es un conglomerado social con enormes diferencias económicas, culturales, ideológicas, lingüísticas, etc. Tampoco, que una amplia mayoría no quiere integrarse en esa identidad supremacista y excluyente. De ahí el férreo control directo de los medios de comunicación públicos, las generosas subvenciones a medios de comunicación privados y entidades de todo tipo, y, especialmente, la política lingüística que excluye el castellano de la actividad oficial, de buena parte de la Sanidad y, especialmente, de la Educación.
La UNESCO estableció en 1999 que el 21 de febrero de cada año el mundo celebrase el Día Internacional de la Lengua Materna. Todos los estudios realizados al respecto demuestran que la educación en la lengua materna es un factor clave para la inclusión y un aprendizaje de calidad, que mejora los resultados del aprendizaje y el rendimiento escolar. Esto resulta crucial, en particular durante la educación primaria pues evita lagunas en los conocimientos y aumenta la rapidez de aprendizaje y la comprensión.
Pues bien, pocos días antes de esa celebración, en Cataluña, el gobierno autónomo, ha decidido burlarse de la UNICEF y de todos sus esfuerzos para la defensa de los Derechos de la Infancia y, como con recochineo, pocos días antes de la celebración, ha publicado un decreto que atenta frontalmente contra el derecho de la mayoría de niños catalanes a ser educados en su lengua materna (el castellano es la lengua materna mayoritaria en la Comunidad).
La Generalidad de Cataluña ha decretado que, en la educación de 0 a 6 años, la lengua vehicular también sea el catalán (ya lo era en las demás etapas formativas, a pesar de las sentencias judiciales en contra) para conseguir una "comunidad integrada". Es decir, el independentismo catalán quiere homogeneizar 'el poble català' transformando a los niños desde la infancia en futuros supremacistas. Les importa un pito que más del 50% de esos niños cuya lengua materna no es el catalán no tengan un aprendizaje de calidad ni que su rendimiento escolar sea menor. Su único objetivo es destruir España, "l'Estat opressor".
Los mismos que desde TV3 insultan a diario a España, los mismos que intentaron dar un golpe de Estado, esos mismos, son los que se proclaman víctimas de la opresión del Estado español.A quienes, en Cataluña, sufrimos las embestidas -acoso y desprecio, en ocasiones- del nacionalismo por el simple hecho de sentirmos catalanes y españoles, estas barbaridades nos duelen, pero no nos sorprenden. Lo que sí duele es contemplar como, a pesar de las evidencias de la deriva identitaria y golpista que sufrimos, el Estado sigue inhibiéndose de la defensa y protección de nuestros derechos. Y mucho más, si cabe, constatar que esa vulneración ya no es responsabilidad exclusiva de los partidos que se proclaman independentistas sino también del PSOE, del Gobierno de España, y de toda esa gente que les vota a sabiendas de que son supremacistas y que como tales actúan y legislan.